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En la noche flamante con mi flamante Renault Express
me incorporé a aquella rotonda infernal,
atascada cañería, de automóviles sin retorno.
Un orfeón de cláxones armonizaban marcándole el compás
a una irritante e inmelodiosa voz de sirena
que, con un chirriante Do de Pecho, anunciaba la urgencia letal
de algún pobre y dolorido enfermo ambulante.
Perdí las fuerzas, el tiempo y hasta la alegría de vivir
…¡Señor que ya no puedo más!...
Y cuando ya se me agotaron del todo la paciencia y la razón,
fue al verme en aquella laberíntica espiral, atrapada ....
y ¡sin tabaco!