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Me has labrado el corazón
para sembrarlo de panes
sabiéndome hambrienta de Dios.
Con tu azadón de bondades
y tu soberbia labranza
cosecharemos ingentes manjares.
Soliloquios de mudanza,
devoción de voz silente
los fecundos campos amurallan.
Me has colmado de simiente
para recolectarme saciada
en tu pleamar de panes y peces.
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