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Te oigo lamentarte y lamentarte
con las voces de los niños muertos
con la terrible onomatopeya de la muerte
que es el llanto de una mirada seca sin camino,
hacia atrás.
y maldigo contigo la indolencia de unos cuantos
que se ahogan en carcajadas de sangre
bajo las cascadas de sus triunfos
que tan sólo fluyen muertos.
Este pesar tan hondo
se está zampando las osadías de los necios
y sepultan los rescoldos de una dicha que se apaga
en los corazónes sembrados de amor
que sólo un Padre Verdadero
pudo inseminar desde el Origen en sus doloridas entrañas.
Caravanas fantasmales de sordos, ciegos y mudos
en pendientes que se abisman hacia el cerro de la muerte
han asaltado el poblado que dormítaba y pacía
para arrebatarle a los niños sus miradas inocentes
nos han robado con su avariciosa hambre de la nada
los futuros inciertos de los jóvenes enamorados
los presentes labrados en las matrices anchas y claras
los pasados de las ancianos que en serenas filas esperaban
cansados e impacientes un adiós de luminosa despedida
Tengo miedo Mustafá de que la sangre de todos todos
brote y brote desmandada en manantiales de muertos
de que se apresuren los ríos en sus cauces libertarios
a repartirla y regalarla entre las orillas de los pueblos
hasta conducirnos sin rumbo hacia el mar de la indolencia
que amordaza pasiones, siembra odios y engendra miedos
Esta es mi voz dolorida para ti
para todos los tuyos
para tu pueblo.
No a la producción de armas masiva.
No a este holocausto consentido
No más sangre de santa inocencia
No más por favor, que hoy hincada de rodillas
a cualquier santo Dios que me escuche se lo pido.